Libro de firmas Un espacio donde se recogen textos con opiniones sobre cuestiones de actualidad, siempre referidas al mundo del libro.

¿Cuál es el futuro del libro sobre papel? ¿Hasta que punto los dispositivos electrónicos son una amenaza? ¿Cómo ganar lectores entre las generaciones más jóvenes?

EL TACTO DE UN LIBRO
Estamos en la era de la electrónica y nos acosan cada día con decenas de ingenios que han hecho avanzar a la humanidad como nadie hace apenas un cuarto de siglo podía imaginarse. Una de las últimas novedades es el libro electrónico que viene y va intangible mediante unas teclas de precisión instantánea. Un prodigio. Sin embargo, un libro, lo que hemos llamado desde hace siglos un libro, es otra cosa: es algo que se toca, se palpa y se acaricia entre las manos, con la sensibilidad y el cariño con que se recibe a una recién nacido y el trato que se dispensa a un amigo. Ha sido compañero inseparable de millones de seres humanos, que han encontrado en sus páginas, en el relieve apenas perceptible de sus letras impresas sobre el blanco terso del papel, la inseparable compañía para las horas de soledad, para la búsqueda del saber, para el encuentro con la paz perdida. Podrán inundar los mercados con miles de libros electrónicos, incluso imponerse como soporte para el encuentro del hombre con la lectura, pero no será nunca comparable al tacto de un libro entre las manos ni a la belleza de los anaqueles de una biblioteca poblada de lomos policromos como una permanente invitación, como una tentación insuperable. La humanidad ha pasado la vida en busca del progreso, pero en ese permanente intento ha ido dejando cosas muy queridas en el camino. Sin embargo el libro, tal como lo han conocido millones de hombres, no desaparecerá porque, desde su origen hasta el final de su proceso, se mueve con amor de mano en mano, como símbolo de la obra más estrechamente ligada al corazón del hombre. Juan de Lillo
EL DESEO DE HACER LIBROS
A lo largo de mi vida, hacer libros, participar en la aventura de hacer libros, ha sido una verdadera pulsión. Como diseñador, son ya muchos cientos de libros a los que he dado forma. Como artista, mi preocupación insistente ha sido el catálogo, el libro que trata de neutralizar el inevitable olvido de la mirada. El texto, la letra como pictograma, siguen teniendo un especial protagonismo en mi trabajo. Y no solo como diseñador. En mis pinturas y esculturas, la letra, la palabra escrita, me son imprescindibles para hacer más denso el misterio que es la sustancia de la creación artística. Escucho ahora de nuevo a mi abuelo, un modesto huertano en tierras de Valencia, iletrado como él se calificaba: «Hacer libros; un hombre no puede encontrar un empeño más digno para su vida». Alberto Corazón (EL PAÍS, 15.07.2010)
SIEMPRE NOS QUEDARÁ LA LÁPIDA
Teniendo en cuenta que, según leo antes de escribir esto, las leyes de la evolución de las especies, en especial la humana, se dan por canceladas a la vista de la apoteosis de la ingeniería genética, lo que de aquí en adelante vaya a ser del libro pasa a segundo plano, y al primero lo que vaya a ser del lector, y no sólo en cuanto tal, sino en cuanto simple humano, lea o no lea, y pertenezca a la inmensa mayoría que necesita ingerir la dosis libro en mano, con la liturgia psicosomática aparejada, o a la creciente minoría que la inyecta a vena desde una pantalla digital, por más que este asunto tenga relevancia suma para gremios de tanta raigambre como libreros e impresores, siendo por lo demás mi sentimiento al respecto muy egoísta, pues, a punto de entrar ya en la 3ª edad, lo que ocurra al llegar a la 4ª, cuando no sea capaz de hilar un texto de seguido y sin puntos (alarde, por otra parte, tonto) ya no puntúa. Pedro de Silva
MILENARIA CADENA
En piedra se escribieron gritos de dolor, declaraciones amorosas, denuncias de injusticia, leyes duras y severas, códigos dulcificadores de opresiones y tiranías. En hojas de plantas y en pieles de mamíferos se redactaron epístolas amistosas, pactos entre enemigos, recuerdos bélicos, la historia de muchos pueblos. En papel, el libro siguió siendo árbol poblador del bosque frondoso de las bibliotecas. Ahora, sus hijos electrónicos, sin pugna, en coexistencia pacífica con su padre y sin necesidad de matarlo, constituyen el eslabón de esa milenaria cadena, caminando hacia su norte, como hicieron sus mayores, para transportar al futuro la vieja y nueva literatura. El problema no está en el medio de transporte, sino en que la mercancía sea de verdad literatura y que el destinatario no prefiera alimentar su mente con infracomida y subalimentos, ingiriendo basura. Carmen Gómez Ojea
EL HÉROE
La cualidad que más se destaca del e-book o libro electrónico es que es una cosa que casi consigue parecerse a un libro de verdad. ¿No es maravilloso? Estamos a punto de inventar la rueda y el rodaballo. Es enternecedor el júbilo con que recibimos a los nuevos cacharros. Y ellos agradecen ese humanismo. Si tú dejas dos aparatos solos en casa y vuelves al cabo de una semana te encontrarás con una decena de cucarachas electrónicas alrededor del cacharro progenitor. Ese es el equívoco del e-book. Las montañas de papel serán sustituidas por depósitos de chatarra ilustrada y oxidada. Lo sospechoso es que haya tantos despistados en este festivo entierro. El libro alimenta un ecosistema ahora en peligro. Una ciudad existe cuando hay media docena de buenas librerías y todavía se oye el zumbido de una minerva imprimiendo poemas sonámbulos. (…) Manuel Rivas (EL PAÍS, 7.11.2009)
SI NO LO LEO, NO LO CREO
Todo lo que nos antecede, predice, concierne y define; todo lo que somos y lo que seremos, todas las preguntas y todas las respuestas que buscamos están en los libros. Ellos son nuestra fuente de conocimiento y sabiduría y también el confesonario y el refectorio de todas nuestras dudas e inquietudes, en cuyo ámbito nos interrogamos y nutrimos espíritu y mente. Por eso el acto de leer es un acto de fe y de vida, una muestra de curiosidad intelectual, un afán personal de búsqueda, exploración y discernimiento -entre lo bueno y lo malo, entre lo conveniente y lo necesario- y, en definitiva, una prueba íntima de inteligencia y humanidad. La lectura nos hace mejores, más reflexivos y cultos y nos ayuda a reconocernos -a veces incluso, hasta salvarnos- y nos enseña a vivir y a convivir, frente al vértigo, la distancia y la frialdad de otros medios que nunca reemplazarán al libro y carecen del tacto, la textura, la cercanía y la calidez del papel impreso y manufacturado; del producto hecho, en suma, a la medida del hombre y de sus sentimientos para su uso, disfrute y utilidad. Bien es cierto que lo importante, a fin de cuentas, es leer. Porque si no lo leo, no lo creo. Ese, al menos, es mi lema. Evaristo Arce
LIBROS SON AMORES
Somos lo que somos, en gran medida, gracias a los libros, que nos forman, nos informan y nos hacen soñar, a veces desde un mismo texto. Si, en la edad adulta, repasamos nuestra deuda con los libros veremos que, sin ellos, hubiéramos sido otros, más pobres. El libro es el mejor amigo del hombre y no pide nada a cambio, no gasta pilas, no contamina el aire ni encierra ningún peligro en sí mismo; sin embargo, no es cosa de sacralizar los libros, todos a una. Entre tantos, siempre habrá alguno a nuestra medida, compañero, consejero y consolador. Nada acompaña tanto nuestra vida cotidiana como una pared llena de libros, en casa, en la librería o en la biblioteca pública. Dejémonos arropar por ellos. Carmen Ruiz-Tilve Arias
ELOGIO APRESURADO DEL LIBRO Y SUS IMPRENTAS
Andaba sumergido como cada mañana en la lectura de “La Contra” de La Vanguardia -la mejor página de la prensa española actual- cuando alguien a mi lado atrajo mi atención. Nunca había tropezado en mi vagón de metro con un libro y un lector electrónicos. Había visto y sostenido en mis manos varios de ellos, es cierto, pero jamás había dado con un lector electrónico de carne y hueso. Y la verdad es que su aparición en la vida misma, no en un stand de feria, me impactó mucho más de lo que hubiera podido imaginarme. Primero, por tratarse de un lector. Porque en el metro de Madrid sólo leen libros las mujeres. Algún hombre lee prensa deportiva, o gratuita o diarios convencionales, como hago yo, pero libros, libros sólo leen las mujeres, como son mayoritariamente ellas las que visitan exposiciones, escuchan conferencias, van al cine o llenan cualquier espacio o convocatoria cultural. ¡Gracias! Y en segundo lugar por la estética. Verán, yo no soy un gurú de las nuevas tecnologías, capaz de prever tendencias futuras. No tengo ni idea. Pero puedo asegurarles que ese aparato aún sin nombre no desplazará nunca al libro mientras siga siendo tan frío, tan feo, tan impersonal, tan gris, tan antiestético, tan sin tipografía siquiera que llevarse a los ojos ajenos, con un título y un autor que compartir cómplice o detestar amablemente con el viajero de enfrente. Imagino que en todo esto –tacto, vista, textura, encuadernación, cubiertas, color, sensibilidad en general- ya estarán trabajando los diseñadores industriales, así como en buscarle entretanto un nuevo nombre al aparato que no mencione la palabra Libro. De esta forma al menos saldrán ganando al evitar la comparación. Pero mientras esto suceda, seguiré recordando que fue a principios de los noventa, cuando escuché por primera vez eso de que el libro, tal y como lo conocíamos por entonces, no existiría en el año 2000. Curiosamente, y en otro orden de cosas, eran los tiempos cumbres del fax, se acuerdan, aquel rey o milagro tecnológico que cambió e iba a cambiar para siempre nuestras vidas y que ahora prácticamente ha dejado de existir. Fernando Beltrán
PERDURACIÓN DEL LIBRO Y LA LECTURA
…) Y ¿se calcula bien la renuncia que supondría el prescindir del libro? Aun en su aspecto externo, el libro es un objeto bello, logrado a través de un proceso íntimamente ligado al desenvolvimiento de la cultura. (…) Los medios audiovisuales sirven maravillosamente a la finalidad de propagar y popularizar –abaratándolos casi siempre, ello es inevitable- los frutos nacidos en las labores del espíritu, y con esto cumplen una función digna de general reconocimiento. No les pidamos ni esperemos que en lo fundamental puedan sustituirlos. Mucho han madrugado, pues, quienes consideran acabada la vigencia de la letra impresa, conclusa la “galaxia Gutenberg” y cerrado el imperio del libro. (…) Francisco Ayala (ABC, 21.12.1984)
EL LIBRO INSTANTÁNEO
Vamos a darle la vuelta a los argumentos convencionales. Antes, un libro -o unos libros- debía cubrir todo el tiempo de lectura de un ciudadano, todas sus horas disponibles en relación con su capacidad de compra. Por eso siempre han tenido muchas páginas. Por eso las novelas eran larguísimas -literalmente interminables- los ensayos aún más duraderos por abstrusos y las poesías pensadas como relectura para así convertirlas en infinitas. Con el incremento de las rentas de los particulares, los hogares sencillamente se llenaron de libros que nadie leía por falta de tiempo. Ahora, con internet, gratuito y universal, cualquiera puede adquirir sin costes miles de libros pero ¿y el tiempo de lectura? Imposible repasar ni a la diez milésima parte de lo que se publica. Conclusión: estamos en vísperas de la segunda gran revolución del libro. Y es que todos queremos leer diez o doce libros al día y para tal es imprescindible que tengan una o dos páginas como máximo. Remate: agoniza el gran relato, incluso el mediano y hasta el corto. El futuro a punto de cristalizar se llama micro libro y para eso hay que escribir de una forma radicalmente distinta o, lo que es lo mismo, hay que pensar de otra manera. En eso estamos, merece la pena. JAVIER NEIRA
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